Diego Dequino, 25/05/2024
(también en Milei como Ulises moderno en La Voz)
El gobierno argentino tomó el 10 de diciembre de 2023 una decisión irrenunciable, reducir la participación del Estado en la economía.
Desde ese momento, entre medidas previsibles y acciones repentistas, se dió a la tarea de dejar de gastar sin importar demasiado las formas y sostener los recursos fiscales a como dé lugar.
El enfoque adoptado es el de la sindicatura cuando se hace cargo de una empresa concursada: no pagar a nadie al inicio, hacer caja para tener algo de espalda financiera y luego administrar las presiones de los acreedores mientras se diseña el futuro.
La duda siempre en un concurso de acreedores es si la empresa será rescatada para volver a crecer; o si ineluctablemente deberá ser liquidada antes de quebrar.
Cuando revisamos las acciones de la política económica en curso, predomina la idea que la economía argentina será rescatada para volver a crecer, al margen de los sectores dañados en el camino.
Pero al prestar atención a la retórica política del gobierno, aparecen dudas que nos llevan a pensar que la economía argentina se administra para ser liquidada como mal menor antes de la quiebra.
Debemos comprender que la Argentina durante este año 2024 se moverá con pocos argumentos tecnocráticos sobre la economía y lejos de la sintonía fina, para sostener su trayectoria solo por tensión entre la pura convicción de algunos versus la desesperanza de otros.
Desde la tempestad a la quietud del estanque
En el final de 2023 la Argentina alcanzaba un déficit fiscal incontenible del 15% del PBI, que combinado con la devaluación del 118% con quita de subsidios y liberación de precios regulados, produjeron una llamarada inflacionaria cercana al 1.500% anual.
Cinco meses después la inflación viaja al 90% anual y con pronóstico de seguir descendiendo.
El peso argentino pasó de ser una moneda de fuga, a ser la unidad de cuenta indexada -con CER o UVA- más requerida para atesoramiento a plazos inferiores a tres años y para préstamos a más de cinco años.
Mientras tanto la economía argentina entró en modo stand by, con una caída estimada del 6% del PBI en el primer cuatrimestre, que se suma al -1,6% en 2023.
Los efectos sobre el consumo y la inversión tanto pública como privada, son palpables.
La Argentina al igual que en el relato de la Odisea, mientras Ulises estaba en tránsito hacia Ítaca para volver con su amada Penélope, hubo un determinado momento en que los vientos se transformaron en quietud inmóvil.
Remar para seguir avanzando
La retórica del gobierno al afirmar “no hay plata”, insta a los ciudadanos a ponerse en “modo ahorro” o stand by, en una concepción austera tanto del Estado como de la sociedad.
Las claves económicas de los próximos años están cifradas en torno a la estabilidad monetaria, la desregulación de la actividad económica, achicar el Estado con reducción de la presión fiscal, el regreso del crédito interno para el sector privado y el retorno a los mercados internacionales de créditos.
Los pilares del crecimiento económico seguirán ligados a nuestro sector más competitivo que es el complejo agroexportador, al cuál se sumarán la producción de energía convencional y no convencional, la minería y los sectores blandos de la innovación y la tecnología digital.
Lamentablemente la infraestructura y la construcción deberán esperar que exista claridad sobre los anteriores pilares para sumarse al envión de crecimiento.
Los aumentos en las tarifas de los servicios públicos combinados con un freno en la evolución de los salarios, la reducción de las jubilaciones, el aumento de la informalidad laboral está produciendo un fenómeno de igualación hacia abajo en gran parte de la población.
Cartografía con forma de U
Mientras los ciudadanos subsistimos como trabajadores, desempleados, estudiantes o retirados deberemos seguir aguantando con estoicidad los cantos de sirenas que nos invitan a abandonar el viaje.
Evitar que la población renuncie a los esfuerzos económicos extraordinarios en volumen e inéditos en alcance que está afrontando, es una llave crítica para que el plan económico del gobierno no se dilapide en la mitad del proceso.
El final de la inmovilidad económica comenzará cuando los nuevos precios relativos se consoliden, allí será el final -cada vez más ansiado- en la caída de la economía.
La recuperación económica, esperada a partir del segundo semestre, dependerá de cuán rápidos prendan los créditos al consumo y la inversión que incipientemente comenzaron a ofrecer las entidades bancarias.
Esta recuperación con forma de U solamente se consolidará si el gobierno es capaz de encontrar una solución al cepo sobre el dólar, simple y comprensible para todos.
La vuelta al crecimiento
Los argentinos fuimos seducidos reiteradas veces y de variadas formas, incluso de manera poco ética, para convencernos de que la política era capaz de conducir a la economía a un mejor lugar.
Milei, visto a sí mismo como un Ulises moderno, quiere demostrar que superaremos las adversidades, liderados por su temple y astucia.
Intenta convencernos de que se preparó debidamente para enfrentarse al peor de los escenarios, guiándonos para salvarnos de la muerte segura por hiperinflación.
Pero también nos muestra a alguien impulsivo y temerario, que incluso se pone a sí mismo en peligro con tal de lograr su propósito.
Como Ulises, Milei viaja atado al mástil para resistir la tentación de conducirnos a un nuevo estancamiento económico, mientras todos los ciudadanos remamos con fuerza aceptando no escuchar los cantos de sirenas que buscan atraernos a las calmadas costas de bellas islas con el fin de ahogarnos.
Si bien el relato es narrado con éxito en la Odisea, no siempre se tiene la misma suerte que Ulises.