jueves, 9 de octubre de 2025

FMI y la Argentina: nunca tan cerca, siempre tan lejos.

 La economía no puede reducirse a un ejercicio de obediencia social

Diego Dequino

08/10/2025

(también en Comercio y Justicia)

Por estas horas, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, se refirió al caso argentino con una frase tan breve como reveladora: “El éxito del programa de ajuste dependerá de lograr que la gente acompañe”.

Más allá de la aparente inocencia diplomática, la afirmación encierra una distorsión conceptual preocupante. No es que la gente debe “acompañar” un programa económico. Sino el programa es el que debe ser lo suficientemente correcto, coherente y eficaz como para merecer el apoyo ciudadano. 

Pretender invertir esa relación es desconocer la soberanía de las decisiones nacionales y reducir la economía a un ejercicio de obediencia social.

El Fondo, en su rol de acreedor multilateral, debería concentrarse en lo que le compete, como por ejemplo comprender mejor la naturaleza estructural de la economía argentina, particularmente su bimonetarismo crónico, y ajustar sus estimaciones macroeconómicas, que históricamente han demostrado un sesgo sistemático de error. 

Preocupan, entonces, aquellas declaraciones que agregan confusión política y ruido técnico a un contexto ya saturado de incertidumbre.

Confundir flujos con stocks

En paralelo, el gobierno argentino continúa atrapado en una estrategia financiera que intenta resolver problemas de flujo con recursos de stock. En términos simples: sigue consumiendo dólares, sin importar de dónde provengan, para sostener la cotidianidad.

Es una lógica demasiado parecida a quien usa ahorros propios, prestados y de terceros para pagar los gastos corrientes.


Desde el blanqueo de capitales del año pasado, pasando por la baja de retenciones, los “repos” del Banco Central, los nuevos desembolsos del FMI, los adelantos del BID y el Banco Mundial, y los bonos BODEN 2030 en pesos suscriptos en dólares, el resultado es el mismo: en menos de un año, el país consumió unos 33 mil millones de dólares, a un ritmo de 3 mil millones mensuales.

Una política que, aunque pueda parecer exitosa en el corto plazo, no resuelve la ecuación real ¿cómo generar un flujo sostenible de divisas sin recurrir a remiendos financieros sistemáticos?

En Washington el debate parecería girar en torno a una disyuntiva del tipo ¿ayudar a la Argentina para que su economía funcione, crezca y produzca los excedentes que necesita; o simplemente ayudar para permitir que la situación continúe?

Opacidad y desconfianza

A esta altura, ni siquiera los profesionales del sector podemos establecer con precisión cuánto interviene el Tesoro Nacional en el mercado de cambios. Desde que se desarmaron las LEFI, se desdibujó uno de los pocos activos que tenía el gobierno: la transparencia financiera.


Hoy el Banco Central comunica oficialmente, de manera diaria, que no interviene.

Pero con datos indirectos ya sean por filtraciones, cálculos cruzados, observación de cuentas del Tesoro, se deduce que existen ventas con pérdidas diarias que acumulan una cifra cercana a los 1.700 o 1.800 millones de dólares en las últimas dos semanas.


El problema, entonces, no es solo contable sino de confianza. Sin información clara, los analistas, los mercados y los organismos internacionales operan sobre conjeturas. Y con ello la incertidumbre entre los ciudadanos de a pie seguirá creciendo.

En ese punto, la Argentina se comenzó a parecer demasiado a la última etapa de Sergio Massa en el año 2023 como ministro de economía, cuando la manipulación de datos financieros intentaba sostener una ficción de proyecciones para mostrar estabilidad.

La política detrás del silencio

A 80 días de haber cerrado la ventanilla de liquidez del sistema bancario, el crédito se paralizó, las tasas se dispararon y la volatilidad del tipo de cambio volvió a marcar el pulso de la economía real.

En este contexto, el enfriamiento económico dejó de ser una hipótesis. A la caída de la demanda se le suma el deterioro de las expectativas, con lo cual cada vez se tornan más difícil las decisiones de inversión.

El gobierno deberá, tarde o temprano, asumir el costo político de sincerar la situación. Probablemente implique un cambio o ajuste en el modelo económico o incluso en el Gabinete. Pero seguir estirando la ambigüedad solo agrava la erosión de credibilidad.

A dos semanas de las elecciones, todo parece indicar que la prioridad es no mover ninguna pieza que altere el tablero político y el precio lo seguirá pagando la economía real: las empresas, los trabajadores, los consumidores y la confianza en el futuro.


miércoles, 1 de octubre de 2025

Especulación versus crédito

Argentina entre la especulación y la necesidad de crédito

26/09/2025

Diego Dequino

Especial para Pago TIC


En estos días, el anuncio de un acuerdo de asistencia financiera entre Estados Unidos y la Argentina sacudió al mercado como pocas veces se ha visto. Bastó un tuit del secretario del Tesoro norteamericano para que se dispararan los bonos, bajara el riesgo país y se desinflaran, al menos por un rato, las tensiones cambiarias. Lo curioso es que todavía no está del todo claro qué se firmó, ni con qué letra chica. Pero el mercado reaccionó igual, casi con reflejo condicionado.

Más allá del entusiasmo inicial, conviene analizar qué hay detrás de este salvavidas. Se discuten tres mecanismos posibles. El primero, y a mi juicio el más relevante, es que Estados Unidos compre bonos soberanos argentinos en el mercado secundario. Si eso ocurre, y lo hace en volumen —digamos 8, 10 o 15 mil millones de dólares—, el riesgo país podría caer por debajo de los 600 puntos. Esa sola acción nos permitiría volver a los mercados voluntarios de crédito, renovar vencimientos de capital y pagar únicamente intereses. Lo óptimo es que esas tenencias vayan hasta el final del vencimiento de cada título. 

El segundo mecanismo es un swap de monedas. Algo similar a lo que ya tenemos con China, pero esta vez con dólares. Se trata de una línea de crédito recíproca, o una nota de crédito abierta ente USA y Argentina, dólares y pesos se intercambian en asientos contables. Los swaps son acuerdos de plazo definido, pero renovables. Nuestro intercambio comercial con USA es relativamente poco, a diferencia que con China, pero el gesto político es poderoso y le daría más libertad al Banco Central en la administración de reservas.

El primer y segundo mecanismo no implican técnicamente un aumento del endeudamiento externo del país.

La tercera posibilidad, más difusa, es una línea de crédito directa. Pero de los papeles que circulan no se desprende que eso vaya a ocurrir. En todo caso, sería nueva deuda, y esto conlleva el riesgo natural para un país que viene encadenando compromisos sin resolver, sumado a que muy probablemente profundizaría la grieta política en el Congreso.

Las bandas y los anabólicos

Muchos se preguntan: ¿y el dólar? En el corto plazo, hasta las elecciones de octubre, el gobierno intentará mantenerlo en una suerte de “corredor de bandas”. Después, quizás, se libere un poco más. Pero no nos engañemos: el mercado cambiario argentino está inflado con anabólicos.

¿Qué quiero decir con esto? Que buena parte de la oferta de dólares en el último año no provino de la economía real, sino de operaciones extraordinarias: blanqueos, préstamos puntuales del BID, del Banco Mundial, un crédito extraordinario del FMI, colocaciones de bonos pagaderos en pesos pero suscriptos en dólares, REPO -empeño de títulos por dólares- del Banco Central. Es decir, dólares prestados o adelantados que se inyectaron artificialmente. Mientras tanto, el gobierno no compró reservas cuando pudo haberlo hecho. Es probable que dejó pasar unos 8.000 millones que estaban al alcance de ser comprados en este 2025. Eso significa que, si mañana se retiran los anabólicos, veremos el verdadero tipo de cambio de equilibrio.

La tasa y la “tabla salvavidas” de la clase media

Otro tema central es la tasa de interés. El Banco Central en esta semana la bajó en su referencia al 25% anual, luego de haber tocado valores del superiores al 70% en semanas anteriores. A primera vista, parece razonable: una tasa más cercana a la inflación proyectada del 29% para este 2025, esto ayudaría a reactivar el crédito. Y el crédito es la tabla salvavidas de la clase media. Cuando los ingresos no alcanzan, la familia apela a la tarjeta, al crédito personal, al hipotecario o al prendario para sostener consumo o acceder a un bien duradero.

Lo mismo ocurre con las empresas: sin crédito, la reconversión productiva es una quimera. Compiten dañadas frente a rivales globales más eficientes y sin la posibilidad de financiar una transición. En la Argentina, el volumen de crédito es bajísimo. Milagrosamente, la economía argentina funciona con niveles de apalancamiento exiguos, irrisorios, que en otros países serían inviables.

El problema es que el gobierno, hace 60 días, desarmó las letras fiscales, que eran la ventanilla de liquidez del sistema. Eso dejó en el aire en pesos el equivalente a 12 - 14 mil millones de dólares y desató la tormenta. El crédito, que venía creciendo despacio, se cortó en seco. Una decisión que, desde lo profesional, cuesta entender.

La economía real: el elefante en la sala

Con tanto ruido financiero, corremos el riesgo de olvidarnos de lo esencial: la economía real. Y ahí las noticias no lucen buenas en la coyuntura. El indicador adelantado del PBI ya marca entre los dos primeros trimestres de 2025 caída en la tendencia ciclo, eso que implica que la serie está pegando la vuelta está preanunciando al menos dos trimestres de caída, veremos cuanto es la profundidad o si es tocar valle. Los autoservicios mayoristas llevan 24 meses consecutivos en baja, desde julio 2023, arrastrando a los almacenes de barrio. Los supermercados, que habían rebotado tras la paliza de 2024, volvieron a caer en los últimos tres meses entre mayo, junio y julio 2025. La industria, que había mostrado señales de recuperación, se enfría otra vez.

Estas señales están ligadas a Estado que se retiró abruptamente: frenó la obra pública, despidió a más de 50.000 empleados, recortó salarios públicos reales entre 15 a 18 puntos y licuó jubilaciones en al menos 7% comparado con valores muy bajos de 2023. El ajuste, en ese sentido, es innegable. Pero si a esa poda de la demanda agregada no se la compensa con crédito barato y accesible, la transición se convierte en un darwinismo económico: sobreviven pocos y el resto queda en el camino.

El dilema argentino

Estamos, entonces, frente a un dilema. Por un lado, un shock de confianza financiera —impulsado por el aval estadounidense— que puede calmar la fiebre especulativa. Por otro, una economía real que se enfría peligrosamente. Si la asistencia externa se limita a comprar tiempo sin reactivar el crédito interno, el riesgo es claro: un veranito financiero y un ¿largo? invierno productivo.

Argentina no necesita elegir entre oferta o demanda, entre mercado o Estado, como si fueran polos irreconciliables. Necesita equilibrio. El Estado debe retirarse de los excesos, de la presión fiscal excesiva, sí. Pero no puede hacerlo dejando sin oxígeno a la economía real. Y el crédito es la parte vital de ese oxígeno.

La previsión es que las próximas semanas serán especulativas. Habrá ganadores y perdedores en el mercado financiero. Pero lo que definirá nuestro futuro no es si el riesgo país baja 200 puntos más o menos, sino si logramos reconstituir la capacidad de financiar familias y empresas. Porque sin crédito no hay transición posible. Y lo único cierto al momento es que, guste o no, estamos en plena transición.


miércoles, 10 de septiembre de 2025

Economía post elecciones en Buenos Aires

 Un diagnóstico incómodo: errores autoinfligidos

Diego Dequino, 9/9/2025

(También en Comercio y justicia.info)

No hubo un tsunami global, ni crisis subprime, ni cierre de los mercados internacionales como en otras ocasiones. Esta vez, el problema es de factura propia. Se trata de errores autoinfligidos que terminaron dejando a la economía con pocas herramientas, en un momento donde el gobierno debería haber guardado municiones.

El primer daño autoinfligido fue no acumular dólares cuando el mercado ofrecía condiciones para hacerlo. En tiempos de vacas gordas, cualquier familia ahorra para el período de vacas flacas. Pero se eligió dejar pasar esa oportunidad, confiando en que el tipo de cambio bajaría más, como si fuera razonable pensar en un dólar a 1.000 pesos o menos. Luce hoy absurdo. El resultado es que cuando las condiciones se endurecen, no hay suficiente colchón de reservas.

El segundo daño autoinfligido fue desarmar de golpe las LEFI (ex LELIQ) desconectando el crédito justo cuando más falta hacía. Los bancos argentinos no son la panacea, pero venían prestando a buen ritmo en el último año, otorgando cierto oxígeno a una clase media cada vez más estrangulada en ingresos. Cortar ese flujo fue quitarles la tabla de flotación en medio del río. Se hizo con la excusa de que “exterminaría” la inflación, pero el efecto al momento fue dejar a las familias sin financiamiento, agravando la gestión del consumo en amplios sectores de la población.

La economía no se quiebra por la micro. Es cierto que la micro lastima el bolsillo diario, la panadería que no llega a pagar la luz o la familia que no puede cubrir las cuotas. Pero lo que dinamita económicamente a los países no es la microeconomía, sino la macro. Se derrumban por pérdida de reservas, por un default de deuda, por emisión descontrolada de dinero, por un atraso cambiario insoportable o por el colapso productivo de algún sector crítico de la economía. Esto es lo que se volvió a poner en juego.

Podríamos realizar una analogía simple, imaginando un gobierno que se preparó para correr un sprint en 2024 con el fin sortear la hiperinflación, y lo logró. Apagó riesgos inmediatos con motosierra, frenó obra pública, contuvo déficits, ordenó la política monetaria.

Imaginó que esa carrera terminaba en aquel momento, y que luego venía otro sprint. Pero lo que seguía en 2025 era el inicio de una maratón. En una maratón se necesita resistencia, administración de fuerzas, planificación y capacidad de adaptación. No se corre igual 100 metros que 42 kilómetros. Sin ese cambio de mentalidad, el agotamiento está garantizado.

Luego, desde el domingo último, se sumó el tema político. El gobierno enfrenta un dilema: ¿puede gestionar la economía sin sostén político amplio? La experiencia argentina demuestra que no. Y aquí surge la paradoja: en un contexto externo incluso favorable, sin shocks internacionales, con aliados de lujo (Trump y FMI), logró complicarse solo.

El futuro será tan complicado como sincero sea este diagnóstico. Porque negar lo evidente no arregla los problemas: solo los agrava. Aceptar los problemas, tampoco los resuelve, pero facilita administrar soluciones.

No obstante, mientras se siga creyendo que con fórmulas de corto plazo se resuelven problemas de largo aliento, seguiremos en un círculo vicioso desgastando a nuestra economía y erosionando la confianza social.

 

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Dólar y tasa de interés

Dólar y tasa de interés, esperemos no tropezar con la misma piedra.

Diego Dequino, 02/09/2025

(también en Comercio y Justicia Diario)

Las medidas tomadas por el gobierno en materia de política monetaria y financiera en los últimos 60 días, luego del desarme de las letras fiscales (LEFI, anteriormente las LELIQ), produjo en primer orden sorpresa en el mercado para progresivamente transformarse en consternación.

El gobierno al desarmar de pronto las letras fiscales, que era la manera última que tenía el Banco Central y el Tesoro Nacional de remunerar los excedentes de depósitos que tienen los bancos, excedentes acumulados porque los bancos prestan muy poco con relación a los depósitos que tienen, produjo un desbarajuste en el sistema de negocio que manejan las entidades financieras.

Este desbarajuste consistió en quitarles de pronto la fuente de rentabilidad que tenían los bancos y también la herramienta que les facilitaba administrar el dinero en caja o liquidez al cual están obligados a disponer.

Desde ese momento en adelante, el sistema financiero empezó a corcovear y arrojar señales en un sentido con el precio del dólar y en el otro sentido con la tasa de interés.

Lo cierto es que el gobierno se encuentra en una encrucijada, donde ellos mismos decidieron ingresar, jugando todas sus fichas a las elecciones de medio término, empezando por las del próximo domingo en la provincia de Buenos Aires, para proseguir en las elecciones nacionales de octubre.

Esta encrucijada está poniendo a la economía en una situación de conflicto productivo, porque con las tasas extraordinarias de interés que existen hoy, nadie puede en su sano juicio endeudarse para consumir o para producir.

Por otro lado, esta incertidumbre, en Argentina ya lo sabemos, produce un aumento inmediato en el deseo por poseer y atesorar dólares, sean personas, sean empresas.

¿Cómo continuará esta coyuntura en materia del precio del dólar y de la tasa de interés?

Lo más probable es que el gobierno siga jugando todas las herramientas que tiene, inclusive algunas más, para mantener a raya al dólar, al menos hasta este viernes.

A partir del lunes 8 de septiembre próximo, si el gobierno obtuvo una buena elección en la provincia de Buenos Aires, entonces profundizará las medidas actuales, corrigiendo y aumentando con nueva reglamentación y nuevas restricciones al sistema financiero.

Ahora bien, si el gobierno no hace una buena elección, va a tener que sentarse a negociar con el sistema financiero que tiene alrededor del equivalente a 14 o 15 mil millones de dólares en el aire. De manera de volver a aterrizar ese dinero, para quitarle presiones sobre al dólar y la tasa de interés. Eso significaría que muy probablemente tengan que restablecer una herramienta similar a lo que fueron las LELIQ en su momento o las letras fiscales (LEFI) últimamente.

Y si el gobierno hace una mala elección en el domingo próximo en la provincia de Buenos Aires, lo más probable es que se siente, pero de forma debilitada, para llevar a cabo esta negociación con el sistema financiero, agregando incertidumbre extraordinaria en materia económica y financiera de cara a las elecciones de octubre.

Pero lo cierto es que, con este sistema de precios relativos, donde el dólar no encuentra un lugar de valor que deje a la mayoría de los argentinos seguros de que quedará allí estacionado, o que el precio del dinero -que es la tasa de interés- tenga valores razonables. O que los salarios tengan una capacidad adquisitiva acorde a un proyecto de vida que puedan llevar a cabo las familias, e inclusive algunos otros precios como las tarifas de servicios públicos, o algunos impuestos muy distorsivos como las retenciones. Si todos estos precios relativos no terminan de estabilizarse, será muy difícil que luego de octubre prenda un crecimiento robusto y sostenido de la economía argentina.

domingo, 31 de agosto de 2025

La economía Argentina previo a las elecciones oct-2025

Cuando la economía entra en “los últimos cinco minutos”.

Diego Dequino, 27/08/2025

(también en La Voz del Interior)

En la Argentina, los mercados financieros y la política suelen relacionarse de maneras extrañas. Lo visto en las últimas semanas es una muestra clara: un Gobierno que parecía tener el partido ganado, pero que decidió arriesgar demasiado en los últimos minutos.

Lo económico y lo político se entrelazan. El reciente aumento del dólar, la tasa de interés y del riesgo país no se explican solo por un escándalo coyuntural: detrás hay dudas de sostenibilidad sobre la política monetaria y financiera.

El mercado percibe que el esquema actual está sobre intervenido y, al mismo tiempo, se sorprendió por la velocidad con la que el Gobierno decidió desarmar las Lefis (antes Leliq), una herramienta clave para sostener la rentabilidad y el dinero en caja (liquidez) de los bancos.

En otras palabras, se tocaron los dos resortes vitales del sistema financiero: rentabilidad y liquidez. En los últimos sesenta días, se dieron licitaciones improvisadas, suba de encajes en varias tandas y medidas que parecen responder más a la urgencia que a un plan ordenado.

El apretón monetario.

El corazón del problema, con los actuales encajes y tasas de interés, es que el mercado de crédito para producir y consumir se vuelve inviable.

El sistema bancario argentino, sobredimensionado en relación con la demanda real, depende desde hace décadas de colocar dinero en bonos públicos o en operaciones con el Banco Central. Al cambiar esas reglas de golpe, se cortó de raíz la principal fuente de rentabilidad y se complicó el esquema de liquidez o dinero disponible en caja de los bancos.

El resultado: un sector que venía creciendo en colocación de crédito, se topa ahora con un freno abrupto. La economía real se aleja de la posibilidad de recibir financiamiento en cantidad y calidad, golpeando tanto a las empresas como a las familias.

Una tormenta que enloda la realidad.

El panorama se parece a una tormenta que dificulta el desarrollo normal del partido económico.

De un lado, un gobierno con apoyos importantes tales como Trump, el FMI, algunos grandes jugadores del mercado, empresarios prominentes dueños de empresas que cotizan en Nueva York, le otorga un aire distinto al que tuvieron otras gestiones en crisis.

Del otro, una sucesión de medidas que parecen agotar los trucos financieros y generan más dudas que certezas.

El asunto de fondo es el reacomodamiento de los precios relativos: dólar, tarifas, retenciones y salarios. Ese ajuste de largo plazo, inevitable en todos ellos o en algunos, obliga a empresas y familias a replantearse cómo producir y vivir en el nuevo escenario.

Para las empresas, el dilema es binario: invertir o reducir producción, sostenerse o cerrar. Para las familias, que no cierran, el ajuste es más silencioso pero igualmente real. Para empezar deberán cargar menos combustible, caminar más, usar más transporte público, revisar el gasto educativo, resignar salidas.

Adaptarse o quedar atrás.

La economía argentina, como la vida misma, impone adaptaciones. Lo vivimos en las crisis de los años ‘80, ‘90 y en los 2000. Algunos logran salir fortalecidos, otros quedan rezagados. El darwinismo económico que promueve este Gobierno consciente o inconscientemente funciona así: cada familia, cada empresa, debe escribir su propia historia de supervivencia, éxito o fracaso.

Hoy los asalariados formales, públicos y privados, han recuperado algo de poder adquisitivo, aunque la brecha con siete u ocho años atrás sigue siendo enorme y la percepción de bienestar de corto plazo ingresa en un impasse.

En el caso de los trabajadores informales, quienes venían más castigados en años anteriores, han mejorado sus ingresos a mejor velocidad y al ser un sector con ingresos más bajos la baja de la inflación les permite organizarse mejor en el día a día.

En el extremo opuesto, los sectores de mejores ingresos tienen acceso al consumo de bienes de lujo, pueden viajar al exterior o atesorar dólares sin restricciones.

Pero lo cierto es que una gran parte de la clase media se enfrenta a la necesidad de recalcular, ajustar, resignar y reacomodarse. Los grupos familiares que ganan entre 1,5 y 3 millones de pesos por mes, amplia franja de la clase media, deberán elegir entre intentar “salir por arriba” o ajustar su estilo de vida.

Un final abierto.

Lo que se juega en los próximos meses no es solo una cuestión electoral o financiera. Es un proceso más profundo: redefinir las reglas del juego económico para la próxima década. El dólar, las tarifas, los salarios y los impuestos marcarán la cancha donde empresas y familias deberán aprender a moverse.

El desafío es enorme. Si el Gobierno logra ordenar las variables, podrá abrir un ciclo de relativa estabilidad donde pueda prender un crecimiento robusto y sostenido de la economía. Si no, el costo lo pagaremos todos, en forma de más incertidumbre, más ajustes y menos futuro.

Como en el fútbol, no alcanza con ir ganando 2 a 0 si en los últimos cinco minutos uno se dedica a provocar al rival y a la hinchada contraria, porque el partido puede terminar mucho más complicado de lo que parecía.