sábado, 18 de octubre de 2025

La economía en el tránsito hacia las elecciones oct2026

Guía para sobrevivir entre las elecciones y los mercados

Diego Dequino
17/10/2025


En semanas de tanta volatilidad política y económica, las preguntas que más escucho son las mismas: ¿qué va a pasar después de las elecciones? y ¿cómo va a reaccionar el mercado? Mi respuesta no se apoya en adivinanzas, sino en lo que los precios ya dicen. Porque el mercado habla antes que los analistas.

Hoy, los bonos y las acciones argentinas descuentan un escenario donde el oficialismo rondaría el 35 % de los votos. En ese nivel, los valores actuales ya incorporan ese resultado. Por lo tanto, si la elección termina en ese orden, no habrá grandes movimientos: seguiremos con la misma tensión que venimos viendo. El Gobierno tendrá que seguir “transpirando la camiseta”, demostrando todos los días cómo resuelve los problemas que él mismo genera o que la realidad le impone.

Si, en cambio, el oficialismo obtiene un resultado algo mejor – 37 % o 38 % –, el mercado podría reaccionar con alivio. No porque haya cambiado la economía real, sino porque una mejora en la expectativa política suele generar una reversión positiva en los activos: podríamos ver una recuperación de entre 10 y 12 % en los precios. Un pequeño respiro financiero.

Ahora bien, si el resultado es peor – por debajo del 35 % – y se instala la idea de un gobierno debilitado, la situación se complicará. Las posiciones especulativas se desarmarán y veremos una salida de activos argentinos. Los inversores se despedirán vendiendo bonos en torno a 50%-54% de paridad, para reingresar recién en 2026 o 2027, cuando busquen un nuevo piso de precio rumbo a la elección presidencial.

En definitiva, la estabilidad o el temblor dependerán del tamaño del resultado electoral. Si el oficialismo ronda el 35 %, seguiremos como hoy: sin mejoras visibles, pero sin derrumbes inmediatos. Si saca menos, el panorama se pondrá cuesta arriba.

El modelo que no llega a todos

Más allá del juego electoral, hay una pregunta estructural: ¿por qué, si el Gobierno mantiene el mismo plan y pide dinero recurrente cada 4 o 6 meses, deberíamos esperar un resultado distinto?

Con estos precios relativos, el modelo económico cierra para la mitad de la sociedad. El tipo de cambio, las tarifas, los salarios reales, las retenciones y los impuestos son los engranajes de esa maquinaria.

La otra mitad se queda afuera, castigada por la inflación, las retenciones, los ingresos que no acompañan y por la contracción del crédito. Los datos de la economía real lo muestran sin maquillaje.

Tarde o temprano, el Gobierno deberá corregir los precios relativos, y la velocidad de esa corrección dependerá del resultado electoral. Un mejor resultado le daría margen político para ajustar; uno peor, lo dejaría sin aire.

Mientras tanto, los mercados financieros se moverán con una lógica de buscar rentabilidad de corto plazo. Hay un hito clave, el 9 de enero 2026, cuando los bonos argentinos pagan cerca de USD4.500 millones en renta. Con precios tan bajos, quien compre hoy y cobre en enero puede hacer una buena diferencia.

Si el Gobierno muestra fortaleza y Estados Unidos mantiene su apoyo, muchos fondos aprovecharán esa ventana. No por convicción macroeconómica, sino por oportunidad.

La batalla contra los bancos y los nuevos aliados

En paralelo, apareció una noticia que generó ruido: J.P. Morgan y Citigroup estarían estructurando un fondo de USD 20.000 millones para la Argentina. No hay información oficial, pero todo indica que no se trata de un préstamo directo, sino de un esquema para recomprar deuda en el mercado secundario.

En términos simples: con 5 000 millones se pueden comprar 9 000 o 10 000 en bonos, porque los precios están deprimidos. Si eso sucede, los bonos subirían, bajaría el riesgo país y el Gobierno mostraría una victoria simbólica. Pero hay algo más profundo detrás de esa jugada.

El Gobierno mantiene una guerra abierta con los bancos locales. Al cerrar la ventanilla de liquidez – esa red de instrumentos que desde la convertibilidad permitía sostener balances – los dejó sin una de sus principales fuentes de rentabilidad. Hoy, las entidades enfrentan pérdidas importantes. Las dos entidades de capital nacional más grandes, perdieron unos USD2.500 millones en valor de activos en los últimos meses.

En ese contexto, la aparición del J.P. Morgan y el Citi funciona también como un mensaje disciplinador: “si los bancos locales no acompañan, vendrán otros jugadores globales que los reemplazarán”. 

Es una forma elegante de poner las condiciones sobre la mesa. El presidente del J.P. Morgan visita estos días Buenos Aires, algo que no ocurre todos los días. En la jerga diplomática, eso vale más que un comunicado.

El tercio y la gobernabilidad

El otro eje de incertidumbre pasa por el Congreso. Si el oficialismo no logra alcanzar el tercio propio de diputados, pierde su última defensa para sus vetos legislativos o ante un eventual juicio político. 

Si no alcanza ese tercio, lo más probable es que los operadores individuales de los mercados desarmarán todo o parte de sus posiciones. Quien invierte con dinero propio o ajeno preferirá salir, esperar la corrección a la baja de los activos y volver a entrar con mejores precios. O no reingresar si no hay garantías. En ese escenario, la única red de contención será la geopolítica, es decir el apoyo internacional, especialmente de Estados Unidos. Pero no habrá fundamento económico que sostenga las valuaciones si el resultado electoral es muy adverso.

En un país como la Argentina, entender o tratar de entender debajo de la superficie, no es un lujo técnico, sino que se trata de un acto de supervivencia.



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