Argentina entre la especulación y la necesidad de crédito
26/09/2025
Diego Dequino
Especial para Pago TIC
En estos días, el anuncio de un acuerdo de asistencia financiera entre Estados Unidos y la Argentina sacudió al mercado como pocas veces se ha visto. Bastó un tuit del secretario del Tesoro norteamericano para que se dispararan los bonos, bajara el riesgo país y se desinflaran, al menos por un rato, las tensiones cambiarias. Lo curioso es que todavía no está del todo claro qué se firmó, ni con qué letra chica. Pero el mercado reaccionó igual, casi con reflejo condicionado.
Más allá del entusiasmo inicial, conviene analizar qué hay detrás de este salvavidas. Se discuten tres mecanismos posibles. El primero, y a mi juicio el más relevante, es que Estados Unidos compre bonos soberanos argentinos en el mercado secundario. Si eso ocurre, y lo hace en volumen —digamos 8, 10 o 15 mil millones de dólares—, el riesgo país podría caer por debajo de los 600 puntos. Esa sola acción nos permitiría volver a los mercados voluntarios de crédito, renovar vencimientos de capital y pagar únicamente intereses. Lo óptimo es que esas tenencias vayan hasta el final del vencimiento de cada título.
El segundo mecanismo es un swap de monedas. Algo similar a lo que ya tenemos con China, pero esta vez con dólares. Se trata de una línea de crédito recíproca, o una nota de crédito abierta ente USA y Argentina, dólares y pesos se intercambian en asientos contables. Los swaps son acuerdos de plazo definido, pero renovables. Nuestro intercambio comercial con USA es relativamente poco, a diferencia que con China, pero el gesto político es poderoso y le daría más libertad al Banco Central en la administración de reservas.
El primer y segundo mecanismo no implican técnicamente un aumento del endeudamiento externo del país.
La tercera posibilidad, más difusa, es una línea de crédito directa. Pero de los papeles que circulan no se desprende que eso vaya a ocurrir. En todo caso, sería nueva deuda, y esto conlleva el riesgo natural para un país que viene encadenando compromisos sin resolver, sumado a que muy probablemente profundizaría la grieta política en el Congreso.
Las bandas y los anabólicos
Muchos se preguntan: ¿y el dólar? En el corto plazo, hasta las elecciones de octubre, el gobierno intentará mantenerlo en una suerte de “corredor de bandas”. Después, quizás, se libere un poco más. Pero no nos engañemos: el mercado cambiario argentino está inflado con anabólicos.
¿Qué quiero decir con esto? Que buena parte de la oferta de dólares en el último año no provino de la economía real, sino de operaciones extraordinarias: blanqueos, préstamos puntuales del BID, del Banco Mundial, un crédito extraordinario del FMI, colocaciones de bonos pagaderos en pesos pero suscriptos en dólares, REPO -empeño de títulos por dólares- del Banco Central. Es decir, dólares prestados o adelantados que se inyectaron artificialmente. Mientras tanto, el gobierno no compró reservas cuando pudo haberlo hecho. Es probable que dejó pasar unos 8.000 millones que estaban al alcance de ser comprados en este 2025. Eso significa que, si mañana se retiran los anabólicos, veremos el verdadero tipo de cambio de equilibrio.
La tasa y la “tabla salvavidas” de la clase media
Otro tema central es la tasa de interés. El Banco Central en esta semana la bajó en su referencia al 25% anual, luego de haber tocado valores del superiores al 70% en semanas anteriores. A primera vista, parece razonable: una tasa más cercana a la inflación proyectada del 29% para este 2025, esto ayudaría a reactivar el crédito. Y el crédito es la tabla salvavidas de la clase media. Cuando los ingresos no alcanzan, la familia apela a la tarjeta, al crédito personal, al hipotecario o al prendario para sostener consumo o acceder a un bien duradero.
Lo mismo ocurre con las empresas: sin crédito, la reconversión productiva es una quimera. Compiten dañadas frente a rivales globales más eficientes y sin la posibilidad de financiar una transición. En la Argentina, el volumen de crédito es bajísimo. Milagrosamente, la economía argentina funciona con niveles de apalancamiento exiguos, irrisorios, que en otros países serían inviables.
El problema es que el gobierno, hace 60 días, desarmó las letras fiscales, que eran la ventanilla de liquidez del sistema. Eso dejó en el aire en pesos el equivalente a 12 - 14 mil millones de dólares y desató la tormenta. El crédito, que venía creciendo despacio, se cortó en seco. Una decisión que, desde lo profesional, cuesta entender.
La economía real: el elefante en la sala
Con tanto ruido financiero, corremos el riesgo de olvidarnos de lo esencial: la economía real. Y ahí las noticias no lucen buenas en la coyuntura. El indicador adelantado del PBI ya marca entre los dos primeros trimestres de 2025 caída en la tendencia ciclo, eso que implica que la serie está pegando la vuelta está preanunciando al menos dos trimestres de caída, veremos cuanto es la profundidad o si es tocar valle. Los autoservicios mayoristas llevan 24 meses consecutivos en baja, desde julio 2023, arrastrando a los almacenes de barrio. Los supermercados, que habían rebotado tras la paliza de 2024, volvieron a caer en los últimos tres meses entre mayo, junio y julio 2025. La industria, que había mostrado señales de recuperación, se enfría otra vez.
Estas señales están ligadas a Estado que se retiró abruptamente: frenó la obra pública, despidió a más de 50.000 empleados, recortó salarios públicos reales entre 15 a 18 puntos y licuó jubilaciones en al menos 7% comparado con valores muy bajos de 2023. El ajuste, en ese sentido, es innegable. Pero si a esa poda de la demanda agregada no se la compensa con crédito barato y accesible, la transición se convierte en un darwinismo económico: sobreviven pocos y el resto queda en el camino.
El dilema argentino
Estamos, entonces, frente a un dilema. Por un lado, un shock de confianza financiera —impulsado por el aval estadounidense— que puede calmar la fiebre especulativa. Por otro, una economía real que se enfría peligrosamente. Si la asistencia externa se limita a comprar tiempo sin reactivar el crédito interno, el riesgo es claro: un veranito financiero y un ¿largo? invierno productivo.
Argentina no necesita elegir entre oferta o demanda, entre mercado o Estado, como si fueran polos irreconciliables. Necesita equilibrio. El Estado debe retirarse de los excesos, de la presión fiscal excesiva, sí. Pero no puede hacerlo dejando sin oxígeno a la economía real. Y el crédito es la parte vital de ese oxígeno.
La previsión es que las próximas semanas serán especulativas. Habrá ganadores y perdedores en el mercado financiero. Pero lo que definirá nuestro futuro no es si el riesgo país baja 200 puntos más o menos, sino si logramos reconstituir la capacidad de financiar familias y empresas. Porque sin crédito no hay transición posible. Y lo único cierto al momento es que, guste o no, estamos en plena transición.
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