Un diagnóstico incómodo: errores autoinfligidos
Diego Dequino, 9/9/2025
(También en Comercio y justicia.info)
No hubo un
tsunami global, ni crisis subprime, ni cierre de los mercados internacionales
como en otras ocasiones. Esta vez, el problema es de factura propia. Se trata
de errores autoinfligidos que terminaron dejando a la economía con pocas herramientas,
en un momento donde el gobierno debería haber guardado municiones.
El primer daño
autoinfligido fue no acumular dólares cuando el mercado ofrecía condiciones
para hacerlo. En tiempos de vacas gordas, cualquier familia ahorra para el
período de vacas flacas. Pero se eligió dejar pasar esa oportunidad, confiando
en que el tipo de cambio bajaría más, como si fuera razonable pensar en un
dólar a 1.000 pesos o menos. Luce hoy absurdo. El resultado es que cuando las
condiciones se endurecen, no hay suficiente colchón de reservas.
El segundo daño
autoinfligido fue desarmar de golpe las LEFI (ex LELIQ) desconectando el
crédito justo cuando más falta hacía. Los bancos argentinos no son la panacea,
pero venían prestando a buen ritmo en el último año, otorgando cierto oxígeno a
una clase media cada vez más estrangulada en ingresos. Cortar ese flujo fue
quitarles la tabla de flotación en medio del río. Se hizo con la excusa de que “exterminaría”
la inflación, pero el efecto al momento fue dejar a las familias sin
financiamiento, agravando la gestión del consumo en amplios sectores de la
población.
La economía
no se quiebra por la micro. Es cierto que la micro lastima el bolsillo diario,
la panadería que no llega a pagar la luz o la familia que no puede cubrir las
cuotas. Pero lo que dinamita económicamente a los países no es la
microeconomía, sino la macro. Se derrumban por pérdida de reservas, por un
default de deuda, por emisión descontrolada de dinero, por un atraso cambiario
insoportable o por el colapso productivo de algún sector crítico de la
economía. Esto es lo que se volvió a poner en juego.
Podríamos
realizar una analogía simple, imaginando un gobierno que se preparó para correr
un sprint en 2024 con el fin sortear la hiperinflación, y lo logró. Apagó
riesgos inmediatos con motosierra, frenó obra pública, contuvo déficits, ordenó
la política monetaria.
Imaginó que esa
carrera terminaba en aquel momento, y que luego venía otro sprint. Pero lo que
seguía en 2025 era el inicio de una maratón. En una maratón se necesita
resistencia, administración de fuerzas, planificación y capacidad de
adaptación. No se corre igual 100 metros que 42 kilómetros. Sin ese cambio de
mentalidad, el agotamiento está garantizado.
Luego, desde
el domingo último, se sumó el tema político. El gobierno enfrenta un dilema:
¿puede gestionar la economía sin sostén político amplio? La experiencia
argentina demuestra que no. Y aquí surge la paradoja: en un contexto externo
incluso favorable, sin shocks internacionales, con aliados de lujo (Trump y
FMI), logró complicarse solo.
El futuro
será tan complicado como sincero sea este diagnóstico. Porque negar lo evidente
no arregla los problemas: solo los agrava. Aceptar los problemas, tampoco los
resuelve, pero facilita administrar soluciones.
No obstante,
mientras se siga creyendo que con fórmulas de corto plazo se resuelven problemas
de largo aliento, seguiremos en un círculo vicioso desgastando a nuestra economía
y erosionando la confianza social.
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