Inflación y velocidad del dinero: cuando las
percepciones refutan a las estadísticas
11 de Diciembre de 2014
Diego Dequino
Especial para "La Voz del Interior"
Los índices de precios para
medir inflación, son convenciones técnicas adoptadas para lograr consensos de
cómo medir “cosas” que de por sí no podrían reunirse. Sino ¿cómo podría
compararse el precio de la carne, el costo de vacaciones, con el costo de la
salud o la entrada del cine? La percepción de los ciudadanos sobre la magnitud
de la suba de los precios, se traduce lamentablemente en estadísticas oficiales
diluidas, al extremo de alimentar una discusión política y técnica que incluye causas
judiciales.
La Velocidad del dinero
La economía descriptiva como
disciplina debería ser un espejo de la realidad si se desea construir confianza
entre los ciudadanos. El método entonces debe exigirse para que sea capaz de validar
las percepciones ciudadanas. Buscamos un concepto que permitiera a todos mirar la
misma película de la inflación, pero con otra perspectiva. La Ecuación
Cuantitativa del Dinero provee ese concepto. Esta ecuación en cuanto descripción
es una tautología: dada la cantidad de dinero disponible en la economía y dada
la cantidad de bienes y servicios que se producen en un período de tiempo – un
año -, entonces ese dinero deberá “girar” o pasar de manos una cierta cantidad
de veces para que los bienes producidos puedan comprarse y venderse.
La cantidad de veces que el
dinero “gira” o pasa de manos, se conoce como velocidad de circulación del
dinero. Es una medida de la cantidad de tiempo que estamos dispuestos a
mantener el dinero en el bolsillo o en el banco, antes de gastarlo, invertirlo,
trocarlo por algún bien o convertirlo en algún otro medio para atesorar
(metales preciosos, moneda fuerte).
Cuando la velocidad aumenta,
la gente percibe que el dinero “comienza a quemar” en sus manos y cuando
disminuye se asocia a una mayor preferencia a ahorrar en pesos. Esta sensación
sobre cuánto “quema” el dinero en las manos es común a todos los ciudadanos, no
distingue escalas sociales ni estatus. Cuando “quema” lo sienten quienes compran
a inicio del mes todo lo necesario para subsistir, o quienes invierten o
compran dólares porque tienen recursos extraordinarios.
¿Cuánto “quema” el dinero?
Dividir bienes producidos
sobre la cantidad de dinero disponible, permite calcular la velocidad del
dinero. Las estadísticas oficiales proveen cantidad de dinero circulante a
través de los agregados que el Banco Central calcula; la cantidad de bienes que
se producen en la Argentina
es su PBI; los precios surgen de los índices oficiales. Sobre cantidad de
dinero y PBI no hay alternativas técnicas, pero sobre precios sí, por ello medimos
la velocidad con tres índices oficiales: Índice de Precios Implícitos (IPI);
Índice de Precios Mayoristas (IPI) e Índice de Precios al Consumidor (IPC) de
GBA hasta 2013 y Nacional Único en 2014.
El cálculo arroja que en la
última década la velocidad del dinero se redujo entre un 20% al 50%,
dependiendo del Índice utilizado. Ello implicaría que los argentinos mantienen
en sus bolsillos cada peso un tiempo superior entre el 20%-50% al que lo hacían
en 2004, antes de gastarlos o invertirlos. Esta imagen contradice la percepción
ciudadana ya que en los últimos cinco años los patrones comunes han sido huir
de la moneda local adelantando consumo, cambiando a moneda fuerte, invirtiendo
en activos o bienes durables.
Cuando incorporamos estadísticas
de precios oficiosas el resultado cambió. Utilizando datos del CENDA, ONG que
conducía el actual Ministro de Economía de la Argentina (Índice de 7
Provincias, 2004-2010, discontinuado) empalmados con IPC Congreso, el resultado
arroja una tendencia más próxima a la percepción.
Entre 2004-2006, la velocidad
permanece constante e inclusive desciende, ello corresponde con la etapa dura y
próspera de los llamados superávits gemelos, años de definitivo despegue de la
economía y donde no se recurrió a emisión para financiar gastos corrientes. Entre
2007-2010 hay pérdida paulatina de confianza en la moneda local, aumenta la
velocidad en una media anual del 6%, ello es consistente con el pago compulsivo
al FMI y la crisis de desconfianza global de 2008. Entre 2010-2013 la velocidad
permanece inalterada en su nueva zona de confort, consistente con la
performance de la economía, la estabilidad cambiaria y el crecimiento tenue del
trienio.
En este año 2014 se percibe un
quiebre en la serie, la velocidad de circulación aumenta 20% en un año, igual
que todo el trienio 2007-2010. Si bien la serie es corta y prematuro realizar
proyecciones, es indudable que esta aceleración al “triple” coincide con el
cambio de equipo económico del gobierno nacional en 2013.
La incógnita para 2015
En los últimos días el
Gobierno Nacional matizó la estrategia de financiamiento del Tesoro capturando fondos
voluntarios con Bonos. No obstante existen aspectos técnicos de dichas
emisiones que son inconsistentes, mientras que los resultados obtenidos no
fueron los más alentadores. Todo ello debilita la profundidad del mercado de
financiamiento voluntario local. En caso que el Gobierno no resuelva el financiamiento
voluntario externo en cantidad y calidad, continuará recurriendo a la emisión
como mecanismo principal para financiar el déficit público corriente. Todo ese
dinero en exceso puesto en las manos del público en un corto período pueda
generar un nuevo salto en velocidad de circulación, de dimensiones ya
registradas como se observó en el último año. Ello producirá una aceleración de
la propia dinámica de precios en la cual está inserta esta estrategia de financiamiento
y quienes sufrimos la final y definitiva aceleración inflacionaria de fines de
1980, deseamos que ese pasado que considerábamos clausurado, así continúe.
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