Tasa de interés negativa,
¿fin del capitalismo o cobrar por crecer?
03/02/2020
Diego Dequino
(publicado en diario La Voz del Interior
Las urgencias de nuestro país en
materia económica, nuestro cortoplacismo innato al momento de presentar
problemas y abordar soluciones, impide darnos la oportunidad de considerar contenidos
de largo alcance. Percibir las variables y contextos exógenos a nuestra
particular situación como nación, configura las bases del marco estratégico que
nos impone amenazas u ofrece oportunidades.
Un reciente documento de trabajo publicado por el equipo de
investigación y trabajo del Banco de Inglaterra (Staff Working Paper No. 845 Eight
centuries of global real interest rates, R-G, and the ‘suprasecular’ decline,
1311–2018. Paul Schmelzing), se ocupa de exponer, respaldo documental mediante,
la evolución de la tasa de retorno del capital financiero a través de un amplio
e inédito período de 700 años, con alcance a las economías avanzadas de cada
época.
La conclusión llamativa del documento señala que
independientemente de los regímenes monetarios y fiscales, las tasas de interés
reales de préstamos no comercializables, deuda privada y activos soberanos, entre
1311-2018 tienen una tendencia estadística a disminuir recurrentemente entre 0.006%-0.0016%
por año. Basado en la evidencia empírica resalta que, independiente de las políticas
monetarias y fiscales aplicadas por cada país, “pronto” las tasas de interés reales
ingresarán en territorio negativo de forma permanente. El “pronto” en términos históricos
se ubica según el método en los próximos 7 a 84 años.
Este aspecto luce al menos extravagante para nuestro país,
porque implica que en un horizonte de 1 a 3 generaciones nuestra Nación podría
aspirar acceder a financiamiento a tasas de interés negativas. ¿Podrán entonces
generaciones futuras aspirar a cobrar por recibir préstamos? Descabellada parecería
esta pregunta cuando debido a nuestra propia incapacidad como país para
sostener los créditos de la nación pasamos con la misma urgencia y el mismo
énfasis, considerando sólo los últimos 30 años, desde un default, a una
renegociación con canje forzado, a colocar deuda, a volver a un default, para
un nuevo canje forzado, para volver a colocar deuda, para un nuevo canje -por
el momento- voluntario. Con el agravante que durante ese período desapareció el
crédito entre privados.
Futuro utópico
La posibilidad cierta de tasas de interés reales negativas permanentes
en el horizonte histórico, propone un conjunto de alternativas para la economía
de nuestra nación en los próximos 30 a 50 años.
La Argentina, en un concierto global de países hiper
conectados, podrá encontrarse dentro de una versión benigna postmoderna del
capitalismo, donde el crecimiento económico de los países ricos se agotó para
siempre. Mientras tanto esos mismos países y sus ciudadanos propietarios de riqueza,
donarán parte de ella a otros países menos ricos y a su población necesitada,
como una manera de sostener la convivencia global a partir de una
redistribución justa de la riqueza planetaria.
En el otro extremo podemos imaginar una versión oscura de
final de era, donde el agotamiento del capitalismo como modelo de acumulación y
crecimiento luego de borrar las fronteras territoriales, agotar los mercados
reales o mercados de explosión por mejora de productividad, recurrirá inevitablemente
a la destrucción de capital y personas para lograr recomponer la caída
sostenida en su tasa de ganancia.
En el medio habrá variantes cercanas a alguno de aquellos extremos,
que recompongan la tasa de ganancia del capital sobre bases más o menos amistosas
entre humanos y ambiente -así deseamos-. Siendo para ello necesario incorporar en
las transacciones económicas los costos, pagos y producción de bienes que para
el mercado hoy no son tales, y que por lo tanto no tienen precio. Como por caso
el oxígeno, los árboles, la tierra, las plantas, el agua de mar, el campo
electromagnético de la tierra, etc.
Presente distópico
La discusión que nos alcanza cómo generación es decidir el
tipo de país que queremos habitar: un país que contiene y satisface las
expectativas de nuestra generación o un país capaz de contener al menos 3
generaciones siguientes de compatriotas. Para que el país sea capaz de contener
las generaciones próximas de argentinos es indispensable creer ahora mismo en
nosotros como nación, ganarnos mutuamente la confianza de forma diaria entre
todos los ciudadanos. Esa base de confianza edificará el crédito interno que
necesitamos para subsistir, para pagar nuestros gastos corrientes como nación y
ayudará a eliminar el tufillo persistente de que nuestro país es parte de un
teatro de operaciones del capital financiero internacional.
Para crecer, siempre existirá crédito si tenemos un proyecto
compartido. Como ya vimos, el crédito que se toma hoy y se devuelve en el largo
plazo podrá ser incluso gratis en el futuro histórico próximo. Tanto que las
generaciones venideras podrán cobrar por tomarlos. El lugar que la nación
argentina ocupe entre los países en ese futuro previsto, prestando o recibiendo,
será consecuencia de las decisiones que se tomen en el presente.
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