LA
SALIDA ES BIMONETARIA
Un
escritor que lleve a los productores de Netflix un guion basado en la historia épica
de una Nación que está dispuesta a arriesgarlo todo con el fin de escapar de su
cruel destino de degradación económica, podría conseguir dinero para su
proyecto e incluso lograr que muchos de los habitantes protagonizaran gratis esa
idea en tiempo real, como docudrama no ficcional.
La
Argentina podría ser esa Nación, pero no obstante desde hace muchos años, ya no
importan cuantos, está inserta en un giro recurrente en materia de moneda,
dólares e inflación donde siempre está el Estado medrando sobre el crédito
disponible con una voracidad desmedida sobre la renta nacional.
Las
dudas de todos por estos días ya no solamente alcanzan a las medidas de
política económica que se toman o podrían tomar, sino al más profundo ¿qué
puede pasar? como solemos autointerrogarnos.
Hagamos
un repaso de las opciones inmediatas.
SIN PESOS, NO HAY PARAISO
Cualquier
país que desee tener plena disposición de sus herramientas de política
económica, debería contar con una moneda propia que permita a sus ciudadanos
ejecutar las funciones básicas: hacer cálculos, realizar las compras y ahorrar
para planificar.
Digámoslo,
tener moneda propia confiable, estable y competitiva es el paraíso para un país
como la Argentina, donde el peso a duras penas permite hacer las compras del
día.
Para
llegar al paraíso habría que realizar un ajuste fiscal acumulado superior al 5%
del PBI en 3 años, ahorrando USD25 mil millones al cambio oficial, que equivale
a recortar 7% del gasto anual del Estado nacional.
Pero
también se debería lograr que los Bancos coloquen ese dinero liberado para
financiar la producción y el consumo a tasas de interés reales positivas que
hoy serían superiores al 80%.
Ese
crédito liberado podría, por ejemplo, como piso financiar 500 mil hipotecas de
25 mil dólares blue cada una.
Volviendo
a este presente, el acceso al paraíso luce como quimera porque requiere
gerenciar un nivel de conflicto en el recorte del gasto público que el gobierno
no está dispuesto a afrontar.
EL BIMONETARISMO FUNCIONAL NO ALCANZA
Si
el paraíso es tener moneda propia, el bimonetarismo funcional actual representa
el purgatorio donde se intentan purificar todos los problemas de precios y
ahorro.
Las
tensiones recurrentes entre pesos que se emiten por encima de lo que la gente
desea, en una economía que sí produce dólares, se resuelve siempre con un
ajuste del tipo de cambio de libre acceso.
Los
ciudadanos ejercen su derecho de proteger propiedad y patrimonio en el campo
libre de sus decisiones, mal le pese al gobierno al afirmar que son los especuladores
los responsables.
El
único que puede especular con éxito es el que más sabe y esos son los gobiernos
que pueden saber día-hora en la cual modificarán el valor oficial del dólar o
el acceso a la compra de dólares.
Los
particulares, en cambio, como máximo pueden apostar a su riesgo.
Desde
el inicio de la cuarentena se sumaron $11,5 billones a los agregados monetarios
líquidos, el 70% se los quedó el propio Estado y apenas el 30% fue a créditos
para privados.
Sepamos,
sin especulaciones, que el valor del dólar siempre se acerca a su valor de
conversión: que es el cociente entre los pesos emitidos y las reservas del
Banco Central, ajustado por agregados, regulaciones y expectativas.
Ese
valor hoy está entre $280-$520, donde su piso coincide con el primer salto de
la corrida a fines de junio y su mediana estadística de $400 equivale al dólar
de octubre 2020 ($190).
Los
valores $320/$340 en CCL, MEP y Blue parecen zona de confort, teniendo margen
para aumentar en la medida que se deterioren aún más las expectativas.
Entonces,
si solo se tratara de especulación, el Banco Central es el dueño del casino donde
los particulares ingresan a apostar con la única moneda que aquel acepta:
dólares.
Pero
las apuestas se deben hacer en pesos que son como fichas del juego que vende el
Central mientras fija precio, cantidad entregada, se reserva el derecho de admisión
y por si fuera poco puede cambiar esas reglas todos los días a su antojo.
Pensando
en el presente, el Purgatorio no parece ser el lugar adecuado para transcurrir la
eternidad.
SE NECESITA UN BIMONETARISMO ABIERTO Y REGULADO
Hoy
los ciudadanos prefieren al dólar por sobre el peso para hacer los cálculos y
ahorrar, y parece que comienzan a utilizarlo para una variedad creciente de
compras.
Los
argentinos atesoran al menos USD75 mil millones en el territorio, el doble de
las reservas brutas del Banco Central, por la sencilla razón que pueden hacerlo
dado que nuestro país genera dólares.
La
Argentina produce regularmente divisas basada en el valor agregado que crean sus
empresas y trabajadores organizados en sectores económicos competitivos
relativamente diversos, desde agro y agroindustria pasando por la industria
general hasta servicios y desarrollo de tecnología.
Se
engañan quienes creen que la producción de divisas se sostiene en rentas
naturales como ocurre por caso con países petroleros.
El
esfuerzo, ingenio, creatividad y capacidad de nuestros ciudadanos es lo que consigue
traer divisas al país.
Estabilizar
los precios relativos de la economía y reducir la incertidumbre se logrará
cuando aumente la oferta de dólares internos mejorando la posición consolidada
de reservas del país, junto con generar un mercado de crédito robusto que
permita apalancar el crecimiento.
Una
manera rápida de acordar una solución de compromiso entre todos los actores y
sectores de la sociedad se alcanzaría con un régimen que permita coexistir de
manera abierta y regulada dos monedas: el peso y el dólar, bajo un esquema de
paridad flexible regido por la relación entre la cantidad de ambas monedas
existentes en todo el territorio, no solamente en el Banco Central.
Para
aumentar sólidamente la oferta de dólares, se necesitan remover obstáculos
reconociendo las preferencias de ciudadanos y empresas que tienen capacidad de
generar excedentes económicos, facilitando el giro de sus negocios y su vida
cotidiana en la moneda que prefieran según oportunidad y conveniencia.
Para
alentar a quienes producen y crean empleo, es necesario actualizar la métrica
fiscal según valores equivalentes en países desarrollados, eliminando el "pitufismo" tributario, liberando a los sectores más emprendedores de la economía
de cargas y regulaciones inservibles para que puedan aumentar su producción y
crear empleo.
Para
tener crédito y moneda el Estado necesita confiar en sus ciudadanos, así los
ciudadanos podrán confiar en el Estado y sus políticas.
Un
Estado inteligente debería comenzar por reconocer las preferencias del público
por monedas duras por encima del peso.
Un
Estado necio seguirá insistiendo en su papel policíaco y dueño del casino donde
obliga a los particulares a jugarse diariamente sus salarios, patrimonio y
futuro en un juego de apuestas entre precios y plenos de ruleta.