viernes, 20 de septiembre de 2019

Mercado de Trabajo en la Argentina de 2019. Cuando el desempleo comienza a marcar valores preocupantes.

20/09/2019
Diego Dequino


La publicación por parte de INDEC de los valores correspondientes al segundo trimestre de 2019 respecto del mercado de trabajo, exponen los resultados más duros que puede provocar sobre la economía real una corrida cambiaria , de capitales especulativos y bancaria como la sufrida por la Argentina desde abril de 2018, con distinta intensidad y tiempos de ocurrencia.

Lo cierto es que los valores de desempleo al alcanzar 10,6% en el conjunto de los aglomerados urbanos relevados por el órgano estadístico, comienzan a aproximarse a aquello que podríamos llamar el límite inferior de una condición estructural preocupante de la economía real de la Argentina: 12% de desocupación es el valor naranja en el semáforo en el cual los problemas económicos de nuestro país se transforman en problemas sociales y de convivencia.

La historia de nuestro país expone que reversionar un desempleo superior al 12% pasa a ser una tarea de una envergadura única y de época para quienes les toque la responsabilidad de convivir con esos valores. Es preocupante la situación toda vez que la luz amarilla intensa actual fruto de un desempleo del 10,6% para el segundo trimestre de 2019, deja fuera de cálculo los efectos adversos de la devaluación extraordinaria ocurrida desde el 12 de agosto de 2019, junto con la destrucción del precio de bonos y acciones a la vez de una breve y compacta corrida bancaria contra la posición en dólares de los ahorristas. La posibilidad de ingresar en el sector naranja del semáforo es entonces muy alta para el tercer y cuarto trimestre de 2019.

Alcanzar o no el sector rojo del mercado de trabajo estará dado por la eventual permanencia del desempleo en valores del 12% o superiores durante períodos de tiempo de 4 o más trimestres. Escapar de la zona naranja y/o roja estará estrechamente vinculado a: 1)la capacidad de la economía para generar empleo; 2)a la evolución de la presión directa sobre el mercado de trabajo del conjunto más débil de los trabajadores, en este orden: los desocupados que no tienen empleo; más los subocupados que buscan empleo porque necesitan trabajar más tiempo; más los ocupados que buscan empleo -cuya causa más probable es que su salario sea insuficiente-.


La evolución de la presión directa sobre el mercado de trabajo tuvo un deterioro mucho más significativo en los últimos dos años que el desempleo en sí mismo. Entre el segundo trimestre de 2017 y el segundo trimestre de 2019, la tasa de desocupación creció 1,9% (desde 8,7% a 10,6%); mientras que la presión directa sobre el mercado de trabajo saltó 7,3% (desde 30,8% a 38,1%). La presión directa sobre el mercado de trabajo creció casi 4 veces más que la desocupación, ello es una muestra indirecta de los estragos que ocasiona la alta inflación sobre los sectores de ingresos fijos.



Si enfocamos el análisis en las áreas de nuestra geografía más proclive a trasmutar las debilidades económicas en conflictos sociales y de convivencia, se pueden advertir ciertos hallazgos que deberían alertar. En los 24 meses del segundo trimestre de 2017 hasta 2019, la economía empujó a 1,041 millones de personas a la búsqueda activa de empleo solamente en los aglomerados urbanos de 500 mil o más habitantes. Ello implica un equivalente de 1.450 personas por día que se incorporaron a buscar empleo, o casi 2.000 personas por día hábil.

En el caso del Gran Córdoba, el efecto se puede traducir en 73.000 personas que se incorporaron a la búsqueda activa de empleo en esos mismos 24 meses, o su equivalente de 100 personas por día o 140 por día hábil. Trabajadores desocupados, junto con trabajadores subocupados horarios que buscan empleo y trabajadores ocupados que buscan empleo elevaron la presión en el Gran Córdoba desde el 42,7% al 49,3% de la Población Económicamente Activa.

El deterioro de la economía monetaria y financiera luego de las elecciones PASO del 11/08/2019, tiene su correlato sobre la economía real. Los datos del tercer trimestre de 2019 que culmina el próximo 30/09, ensombrecerán aún más estos indicadores del mercado de trabajo.






martes, 3 de septiembre de 2019

Moneda y Finanzas en la Argentina 2020


Moneda y Finanzas en la Argentina 2020.
- Cruzado el Rubicón, la suerte está echada -

29/08/2019
Diego Dequino
(Especial para La Voz del Interior)

La cantidad de novedades financieras, monetarias y cambiarias desde las elecciones PASO abruman, incluso a los observadores más expertos. Los hechos desatados en el mercado financiero en los últimos 15 días tuvieron una intensidad tal, que dificulta al extremo las discusiones tanto acerca de aquello que está pasando en nuestro país en materia económica, así como de las alternativas próximas que se nos presentan en el futuro. Trataremos de distinguir en estas circunstancias el desarrollo de los dos frentes económicos más críticos para los próximos meses. El futuro del peso como moneda y el tipo de cambio. El frente financiero y la deuda pública.

El peso argentino, reservas e inflación

El valor del peso argentino depende en el corto plazo de tres factores: la inflación, la confianza de los argentinos y el nivel de reservas en dólares del país. La inflación persistente y creciente de los últimos años presiona al deterioro sistemático del valor de nuestra moneda. La quita progresiva de confianza de los argentinos hacia la política económica acelera la pérdida de valor del peso argentino. Y el nivel de reservas del país, última ancla para que el valor del tipo de cambio no se escape, está sometida a una presión extraordinaria en los últimos meses.

En una economía bimonetaria como la Argentina, donde el dólar funciona como reserva de valor y unidad de cuenta en un conjunto significativo de transacciones económicas, lograr estabilizar el tipo de cambio es una tarea más compleja que solamente defender la posición de reservas del país.

Las decisiones recientes del Banco Central (BCRA) tendientes a administrar las reservas son medidas que requieren correspondencia con un esquema amplio de control y reducción de la inflación, a la vez de implementar medidas que faciliten el aumento la demanda de dinero en pesos por parte de consumidores y productores.

La política cambiaria solamente logrará consistencia cuando sus acciones sean acompañadas por un paquete de medidas de estabilización y reducción de la inflación, para lo cual es indispensable la coordinación del BCRA con los ministerios nacionales que inciden sobre producción y empleo.

El BCRA será capaz de defender el valor de nuestra moneda sostenidamente, cuando se implementen medidas que reorienten la liquidez excedente en los bancos hacia fortalecer consumo y producción. Las Leliq, principal herramienta hoy para regular la cantidad de pesos, le quitan al sistema productivo en su conjunto el equivalente a u$s 23.000 millones para el giro de las transacciones económicas. Dichas Leliq deberán dar lugar a un esquema de encajes administrados que, sin afectar la solvencia del sistema bancario, permitan gotear de manera focalizada y progresiva la liquidez excedente hacia la economía real.

El valor del dólar

El valor del dólar en los próximos meses dependerá de factores varios en una coyuntura con múltiples novedades, aunque lo cierto es que el mercado en general tiene un ojo puesto en el corto y otro en el largo plazo.

En términos de meses, habrá que prestarle al tipo de cambio de conversión que hace equivalentes el total de pesos respecto del total de dólares, ajustado por regulaciones y expectativas. Este valor en los últimos días oscilo en el rango $48-$80, su valor exacto depende de cada analista, pero la mediana estadística arroja $64.

Razonando a tres años vista, $60 actual se asemeja a los valores alcanzados en los años 2005 y 2006, momentos del país creciendo a tasas altas y con fuerte superávit de comercio exterior. No obstante, ese valor es inferior que en los años 2002 y 2003 donde la economía aún intentaba hacer pie.

El frente financiero

El Tesoro Nacional y el BCRA deberán enfocarse durante los próximos doce meses en remover tres obstáculos principales. Desarmar el amplio muestrario de Letras circulantes que representan en conjunto u$s 38.000 millones. Repactar la estructura y plazos de devolución del crédito stand by con el FMI de u$s 57.000 millones con el grueso de vencimientos operando entre 2021 y 2023. Disponer un mecanismo diferencial para la emisión de deuda soberana a futuro, que distinga la aplicación y resguardo de los fondos obtenidos.

El programa de las Leliq alcanza $1,25 billones (u$s 23.000 millones) monto mayor que la cantidad total de billetes que tenemos los argentinos circulando. Las Leliq son billetes emitidos pero “retenidos” por 7 días por el BCRA a un costo del 75% anual. El BCRA deberá encontrar la manera de desarmar este programa hiper cortoplacista de esterilización monetaria, por un programa de corto y mediano plazo que haga crecer la demanda de pesos por parte del público para producir y consumir, con una consecuente baja paulatina de la tasa de interés.

El programa de Letras del Tesoro en pesos y dólares (Letes, Lecap, Lecer, Lelink, Dual) alcanza los u$s15.000 y vencen en 150 días máximo. El monto vigente es al menos tres veces superior al máximo recomendado. Un instrumento idóneo para que los Estados estabilicen la proyección financiera de caja se desvirtuó al alejarse de las buenas prácticas.

La estructura de repago del crédito stand by otorgado por el FMI preveía implícitamente que la Argentina volvería al mercado voluntario de crédito en 2019/2020 para refinanciar dicha asistencia en plazos más largos. Dicha previsión al incumplirse obliga a renegociar los plazos originales de la devolución.

El crecimiento del país no puede estar reñido con su curva de endeudamiento. Los créditos tomados por el país durante 2016, 2017 y enero de 2018, sobreestimaron la capacidad de crecimiento del país y supuso un flujo permanente de capitales que ingresaran sin previsión de reversión. Para lograr crecer en plazos correctos a fin de crear excedente macroeconómico, Argentina deberá lograr separar sus créditos en función de su aplicación. Los créditos de corto plazo no sirven para crecer. Los créditos de largo plazo no sirven para los gastos corrientes.