miércoles, 5 de febrero de 2020

Tasa de interés negativa



Tasa de interés negativa,

¿fin del capitalismo o cobrar por crecer?

03/02/2020
Diego Dequino
(publicado en diario La Voz del Interior

Las urgencias de nuestro país en materia económica, nuestro cortoplacismo innato al momento de presentar problemas y abordar soluciones, impide darnos la oportunidad de considerar contenidos de largo alcance. Percibir las variables y contextos exógenos a nuestra particular situación como nación, configura las bases del marco estratégico que nos impone amenazas u ofrece oportunidades.

Un reciente documento de trabajo publicado por el equipo de investigación y trabajo del Banco de Inglaterra (Staff Working Paper No. 845 Eight centuries of global real interest rates, R-G, and the ‘suprasecular’ decline, 1311–2018. Paul Schmelzing), se ocupa de exponer, respaldo documental mediante, la evolución de la tasa de retorno del capital financiero a través de un amplio e inédito período de 700 años, con alcance a las economías avanzadas de cada época.

La conclusión llamativa del documento señala que independientemente de los regímenes monetarios y fiscales, las tasas de interés reales de préstamos no comercializables, deuda privada y activos soberanos, entre 1311-2018 tienen una tendencia estadística a disminuir recurrentemente entre 0.006%-0.0016% por año. Basado en la evidencia empírica resalta que, independiente de las políticas monetarias y fiscales aplicadas por cada país, “pronto” las tasas de interés reales ingresarán en territorio negativo de forma permanente. El “pronto” en términos históricos se ubica según el método en los próximos 7 a 84 años.

Este aspecto luce al menos extravagante para nuestro país, porque implica que en un horizonte de 1 a 3 generaciones nuestra Nación podría aspirar acceder a financiamiento a tasas de interés negativas. ¿Podrán entonces generaciones futuras aspirar a cobrar por recibir préstamos? Descabellada parecería esta pregunta cuando debido a nuestra propia incapacidad como país para sostener los créditos de la nación pasamos con la misma urgencia y el mismo énfasis, considerando sólo los últimos 30 años, desde un default, a una renegociación con canje forzado, a colocar deuda, a volver a un default, para un nuevo canje forzado, para volver a colocar deuda, para un nuevo canje -por el momento- voluntario. Con el agravante que durante ese período desapareció el crédito entre privados.

Futuro utópico

La posibilidad cierta de tasas de interés reales negativas permanentes en el horizonte histórico, propone un conjunto de alternativas para la economía de nuestra nación en los próximos 30 a 50 años.

La Argentina, en un concierto global de países hiper conectados, podrá encontrarse dentro de una versión benigna postmoderna del capitalismo, donde el crecimiento económico de los países ricos se agotó para siempre. Mientras tanto esos mismos países y sus ciudadanos propietarios de riqueza, donarán parte de ella a otros países menos ricos y a su población necesitada, como una manera de sostener la convivencia global a partir de una redistribución justa de la riqueza planetaria.

En el otro extremo podemos imaginar una versión oscura de final de era, donde el agotamiento del capitalismo como modelo de acumulación y crecimiento luego de borrar las fronteras territoriales, agotar los mercados reales o mercados de explosión por mejora de productividad, recurrirá inevitablemente a la destrucción de capital y personas para lograr recomponer la caída sostenida en su tasa de ganancia.

En el medio habrá variantes cercanas a alguno de aquellos extremos, que recompongan la tasa de ganancia del capital sobre bases más o menos amistosas entre humanos y ambiente -así deseamos-. Siendo para ello necesario incorporar en las transacciones económicas los costos, pagos y producción de bienes que para el mercado hoy no son tales, y que por lo tanto no tienen precio. Como por caso el oxígeno, los árboles, la tierra, las plantas, el agua de mar, el campo electromagnético de la tierra, etc.

Presente distópico

La discusión que nos alcanza cómo generación es decidir el tipo de país que queremos habitar: un país que contiene y satisface las expectativas de nuestra generación o un país capaz de contener al menos 3 generaciones siguientes de compatriotas. Para que el país sea capaz de contener las generaciones próximas de argentinos es indispensable creer ahora mismo en nosotros como nación, ganarnos mutuamente la confianza de forma diaria entre todos los ciudadanos. Esa base de confianza edificará el crédito interno que necesitamos para subsistir, para pagar nuestros gastos corrientes como nación y ayudará a eliminar el tufillo persistente de que nuestro país es parte de un teatro de operaciones del capital financiero internacional.

Para crecer, siempre existirá crédito si tenemos un proyecto compartido. Como ya vimos, el crédito que se toma hoy y se devuelve en el largo plazo podrá ser incluso gratis en el futuro histórico próximo. Tanto que las generaciones venideras podrán cobrar por tomarlos. El lugar que la nación argentina ocupe entre los países en ese futuro previsto, prestando o recibiendo, será consecuencia de las decisiones que se tomen en el presente.


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