lunes, 6 de julio de 2020

EMPLEO PARA LA ARGENTINA DEL SIGLO XXI


Empleo para la Argentina del siglo XXI, más allá de la cuarentena.

Diego Dequino

El desempleo es un fenómeno que solamente se puede mitigar de manera consistente, en la medida que acertemos en comprender el proceso de creación de empleo.

En el siglo XX, empleo fue sinónimo de mono relaciones laborales. Cambiar de empleo solía ser un disvalor con fracaso de la relación laboral, por error empresario o por error del trabajador con su despido. La decisión de un trabajador de renunciar o su autoexclusión del mercado de trabajo era visto como la anomalía ante el estándar.

En el siglo XXI, empleo se asocia a palabras antes inéditas: dinámico, cambiante, pluriempleo, multiempleo a lo largo de la vida laboral del trabajador. La función del trabajador como tal y sus capacidades se imponen por encima del propio empleo o su lugar de trabajo. El trabajador del siglo XXI es un individuo que paulatinamente dispone de más tiempo para tareas personales y sociales, que presta servicios durante su vida laboral en diferentes condiciones de aportes a los sistemas de contención y seguridad social.

Productividad del trabajo

De los empleos actuales, en cuanto no estén insertos en procesos productivos transferidos desde el siglo XX, podemos destacar tres grupos designados para producir las condiciones de compensación recíproca de renta económica dentro de la sociedad, si deseamos el crecimiento económico sostenido. A) Un grupo con funciones de alta productividad, quienes tienen la capacidad de subsidiar a los tramos de la población que no trabajan, por edad o por desempleo o por condición particular. B) Empleos de baja productividad que sólo poseen capacidad para sostenerse a sí mismos y su grupo inmediato, con escasa capacidad de ahorro. C) Empleos de muy baja o nula productividad asociados a tareas que facilitan la inserción social, pero que también proveen chances de mejoras de sus capacidades y ascenso social.

Mitigar el desempleo de forma sólida implica aceptar que la salida de esa condición será para el trabajador un recorrido con etapas. Una porción menor podrá alcanzar la etapa de alta productividad de forma directa, porque poseen las capacidades necesarias y las oportunidades correctas. Pero un amplio espectro de personas deberá ser asistido para alcanzar y sostenerse en empleos de baja, muy baja o nula productividad.

Un modelo que necesita reemplazo

En la década de 1980 el aumento moderado del desempleo del 2%, tuvo de contrapeso sostener un número significativo de empleos de muy baja o nula productividad en empresas públicas deficitarias y sin inversiones, junto a costos desmedidos de producción en actividades privadas por protecciones arancelarias. La falta de consistencia entre la función de producción y sus capacidades para absorber empleos de alta productividad, junto a un cambio estructural no producido, inhibió la creación de un ciclo de inversión que absorbiera mayor cantidad de empleos de alta productividad. Al agotarse las capacidades de la economía para crecer se impusieron tiempos más cortos de reconversión en la década siguiente, aumentando los riesgos de daño permanente sobre los grupos de baja y muy baja productividad. 

En la década de 1990, el desempleo saltó 5%-6% como consecuencia del cambio en la matriz de producción con reasignación de factores productivos de forma disruptiva, fallando en la construcción de una red de reintegración económica de los trabajadores desvinculados: personas con capacidades funcionales de baja productividad. El ingreso al siglo XXI encontró a la Argentina con un crack bancario como consecuencia de una crisis de endeudamiento y capacidad de repago del sector público consolidado. Esta crisis que tuvo impacto de shock con consecuencias sobre toda la economía adicionó entre 5%-7% a la tasa de desempleo, teniendo como rasgo diferencial el aumento más que proporcional del desempleo en el sector privado respecto del sector público, incidiendo de forma más marcada sobre trabajadores con muy alta productividad. 

En la primera década de este siglo, corregidos los precios relativos y absorbidas las consecuencias del crack financiero, se facilitó la recuperación rápida de la economía al localizarse la misma sobre los sectores de muy alta productividad más castigados: campo, agroindustria, industria competitiva, servicios de valor agregado, esparcimiento. Ello generó un círculo virtuoso que proveyó de manera rápida al Estado de mayores recursos para: i) financiar la inserción y continuidad de los trabajadores de baja productividad, fortaleciendo las redes formativas y educación; ii) financiar subsidios directos a personas de muy baja o nula productividad, mediante el sistema de pagos previsionales sin aportes previos y el crecimiento de los planes sociales asistenciales. Este ciclo virtuoso permitió bajar entre 11%-13% la tasa de desempleo de manera sólida en el período, pero se agotó definitivamente en el año 2011 sin encontrar reemplazo a la fecha.

A cada cual, lo suyo

Construir un nuevo marco regulador sólido y consistente en el tiempo para el empleo y el crecimiento de nuestro país, deberá hacerse en vista a la situación de época y sin especulación política. Cada grupo de productividad deberá contar con señales y políticas claras según se trate: A) Sectores económicos de muy alta productividad que aún no maduraron deberían acceder a reinvertir regularmente impuestos en su propia actividad durante períodos definidos de 2 a 5 años, a la vez de asegurarles continuidad de las condiciones jurídicas de sus relaciones laborales y comerciales. B) El Estado Nacional debería protagonizar la inversión en formación profesional y empleabilidad de los trabajadores que funcionalmente se encuentran en sectores de baja productividad. C) Las provincias y los municipios enfocarse en organizar sistemas de producción económica cuyo objetivo sea sostener la integración social de las personas en condiciones de trabajar que por capacidades funcionales tienen muy baja o nula productividad. 

Asignar recursos de forma diferencial con relación a la productividad de la mano de obra, será la clave del siglo XXI para un nuevo orden en el empleo de nuestras generaciones futuras.


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