DIGNIDAD Y POLITICA
Diego Dequino
Economista
Lunes 9 de diciembre de 2013
Los
valores en economía no son producto de una versión banal del materialismo
basados en un simple cálculo nominal de los precios de bienes y servicios. Los
valores económicos se fundan en la confianza que los ciudadanos depositamos
mutuamente en la Sociedad
y las Instituciones que creamos para sostener nuestra organización y
convivencia.
Desde
la existencia de Sociedades productoras de bienes ha existido un intercambio
simbólico entre valores intangibles y materiales, especialmente entre lo que
hoy entendemos como valores éticos y los valores económicos. Este intercambio
simbólico entre valores éticos que concilian y compactan a la Sociedad,
respecto de los valores materiales que son fruto del trabajo colectivo de la
misma Sociedad, es solamente factible mediante convenciones con carácter estrictamente
provisional en el tiempo.
Ese
intercambio entre las convicciones y lo material solamente es posible en la
medida que los recursos materiales - sean estos salarios, bienes o servicios-,
retroalimenten los valores éticos. Los intercambios de las rentas sociales mediante
acuerdos salariales, establecimiento de precios, obtención de ganancias
empresarias o fijación de impuestos; solamente se sostienen en el tiempo en la
medida que puedan reafirmar y profundizar las convicciones éticas y morales
sobre las cuales convergen los ciudadanos en tanto miembros de una Sociedad
organizada.
La
política pública como vector de dirección de la acción del Estado no puede escapar
de dicha regla. La política pública para sustentarse de forma prolongada en el
tiempo debe ser siempre subordinada a los valores éticos que representen a la
mayoría de los ciudadanos, y producir en consecuencia las acciones necesarias
para fomentar la producción y distribución material consecuente con aquella
búsqueda ética.
La
dignidad, no es una condición subsecuente de lo material. La dignidad debe ser
una condición previa y necesaria del bienestar material. Una Sociedad debe
aspirar siempre a ser Digna y para ello la política debe también serlo. Esto no
implica renunciar a las ambiciones de un mayor bienestar material para todos
los integrantes de nuestra Sociedad, pero sí obliga a sostener la dignidad de
los ciudadanos como primer valor tutelar.
Defender
la dignidad de los ciudadanos, sin importar su condición, sea esta como
trabajadores, como padres de familia, como empresarios, como servidores
públicos, o como miembros de número de nuestra sociedad; sobre la base de
reivindicar los valores éticos que la mayoría ambiciona en un marco de
tolerancia democrática y ciudadana, es el único camino posible de transitar
para reencontrarnos colectivamente como Sociedad con un futuro que nos sea común
y nos contenga. El dinero, lo material, será apenas un paliativo temporal hasta
tanto sea la política capaz de lograr dicho encuentro ciudadano.
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