INFLACIÓN PERSISTENTE Y LOS RIESGOS DE
UNA COYUNTURA HIPERINFLACIONARIA
- Cuatro teorías y dos conclusiones para
la Argentina
2013 -
Diego Dequino
Economista
27 de diciembre de 2013
La
inflación consiste en una suba generalizada y persistente de todos los precios
de la economía, incluyendo precios de los bienes, salarios e impuestos. La
gruesa y detallada bibliografía desarrollada especialmente a lo largo de las
décadas de 1960 - 1980 respecto de las razones que explican la inflación, al
igual que la derivación de recetas para resolver esa distorsión del
funcionamiento económico pusieron foco en diversos argumentos, algunos de tipo
nominal u otros asociados a la economía real.
Es
conveniente hacer un breve repaso de los mismos en tanto y en cuanto la
situación de la Argentina
indica que el país vuelve a reincidir en materia de inflación, con una clara
aceleración de dicho proceso en los últimos meses.
En
materia de teorías de inflación, podemos circunscribirnos a cuatros encuadres
bien definidos:
·
Monetarista pura,
cuando la tasa de emisión monetaria o cantidad de dinero que se incorpora
regularmente a la economía está por encima de la capacidad de absorción de la
demanda de dinero o cantidad de dinero que los actores económicos desean
atesorar o incorporar a su actividad productiva. Los motivos de esta emisión en
exceso pueden ser variados, pero en su extremo, se suele señalar como
responsable al Estado por su necesidad recurrente de financiar su déficit
corriente, es decir un gasto público por encima de los recursos genuinos que los
ciudadanos le proveen a los Gobiernos cuando abonan a consciencia sus
impuestos. Por ello se dice que la inflación originada en gasto público
recurrente y excesivo, monetizada, tiene el carácter de un impuesto, ya que el
Estado se financia con recursos que los ciudadanos si tuvieran consciencia plena
de ello no se los proveerían.
·
Inercial, cuando los
contratos de plazo, formales o fácticos, incorporan subas preventivas hacia
delante en función de la suba de precios ocurridas en períodos previos. Los contratos,
laborales, comerciales, o meros tratos de partes al ajustar sus valores hacia
el futuro en función de lo ocurrido en el pasado inmediato, producen un
arrastre de suba de precios fijando un piso de inflación igual al período
inmediato.
·
Puja Distributiva,
cuando al margen de la definición de los sectores homogéneos que pujan
(trabajadores, industria, agro, Estado), lo cierto es que cada sector presiona
sobre el conjunto de la economía para obtener una suba igual o superior al
resto a fin de garantizar iguales o mejores condiciones de capacidad de compra.
La puja desatada, sin límites controlados y convenidos implica un riesgo de
espiral de precios para el conjunto de la economía. Esta perspectiva teórica
algunas veces se asocia a la llamada inflación de costos, que puede entenderse
como una variante analítica específica de la puja distributiva.
·
Estructuralista, cuando
la incapacidad de la oferta de ciertos sectores específicos de la economía para
reaccionar con velocidad suficiente a los excesos de demanda produce un ajuste
al alza en los precios de los bienes asociados. Si estos sectores producen
bienes que son insumos críticos para el conjunto de la matriz productiva, se
produce un empuje sobre el resto de los precios. Las presiones de demanda, local
y externa, por caso en productos críticos como el trigo por encima de las
capacidades de recomposición de la oferta, producen un aumento sobre artículos
de primera necesidad como el pan. Cuando ello excede los tramos estacionales,
se fija como suba permanente sobre los precios.
Cualquier
lector desprevenido podrá advertir que hoy en la Argentina existe
evidencia empírica sobre tres de los cuatro encuadres referidos en materia de
inflación: a)se emite dinero por encima de la demanda, vinculado ello a un déficit
fiscal consolidado sostenido; b)hay una puja distributiva desatada entre los
distintos sectores de la economía para recomponer su capacidad de pago o
compra, con ciclo de tiempo entre cada negociación cada vez más corto; c)al ser
nuestra economía agro dependiente, persisten insumos y bienes críticos para
nuestra economía que poseen ofertas de producción demasiado inelásticas para
cubrir alteraciones severas de la demanda. En cuanto a la inflación inercial,
si bien la evidencia no es plena porque persisten restricciones legales
originadas en la década de 1990, particularmente la inhibición de indexar
contratos y balances de empresas, consideramos que la cantidad de escondrijos y
alternativas que los actores económicos han desarrollado para actualizar los
precios futuros de los contratos, tales como readecuaciones de precios o
reducir los tiempos válidos de los contratos en función de renegociaciones de
precios o transarlos en referencia a monedas extranjeras dejan en el límite de
obtener evidencias directas sobre el carácter inercial de la inflación en el
corto plazo.
En
tales términos podemos refrendar desde el punto de vista analítico una verdad
de Perogrullo, consistente con la percepción cotidiana que cada ciudadano, cada
trabajador, cada empresario, cada madre o padre de familia posee: en la Argentina hay inflación.
De todas maneras, al margen de la evidencia diaria en el bolsillo de la gente, queremos
remarcar una primera conclusión negada por autoridades del Estado, por parte de
la política y también por parte de los colegas profesionales de la Economía: en la Argentina del año 2013 la
inflación tiene bases reales ancladas en los encuadres teóricos vigentes
disponibles para comprender el fenómeno. Por lo tanto, la inflación en
tales términos es un fenómeno que requerirá dedicación, esfuerzo y buenas
prácticas por parte de la política económica, al igual que compromiso de la ciudadanía
para mitigarla en el corto plazo. Ella será la primera alternativa a fin
de lograr controlarla y reducirla a su mínima expresión en el mediano plazo. En
términos del manejo profesional de la Economía requerirá, al igual que en la vida de
las personas o en el diseño de negocio de las empresas, un Plan que dé cuenta
de los objetivos y las herramientas para llevarse adelante, al igual que los
hitos de verificación que permitan evaluar los resultados conseguidos y
corregir acciones en caso que fuera necesario.
Inflación e hiperinflación
Si
bien el concepto que define a la inflación, es decir suba generalizada y
persistente de todos los precios de la economía, está consensuada en todos los
ámbitos profesionales y académicos; no ocurre lo mismo con la Hiperinflación. Aproximar
un acuerdo sobre el concepto de hiperinflación, no es simplemente una
disquisición académica sino que posee consecuencias directas para advertir la
gravedad del fenómeno y el daño que produce.
La
palabra hiperinflación vulgarmente se la utiliza simplemente como una
connotación negativa de la inflación. No obstante, ello no es así desde el
punto de vista del funcionamiento y organización de la actividad económica. En
un extremo la hiperinflación en el caso de las teorías monetarista ortodoxas la
ubican cuando se superan ciertos límites nominales, por caso M. Fridman mentor
y referente por antonomasia del monetarismo en algún pasaje de sus escritos
dejó como referencia el 40% anual, es decir en caso que se supere dicha tasa de
inflación anual la economía ingresaría en un proceso hiperinflacionario.
En
el otro extremo, si se quiere en una perspectiva estructuralista del
funcionamiento económico, la hiperinflación no se ancla en un límite específico
del porcentaje de aumento anual de precios, sino que se asocia a circunstancias
que dañan la economía real. En tales términos la economía ingresa en un proceso
hiperinflacionario cuando la suba generalizada de precios es de una magnitud
tal que la propia actualización de los precios produce distorsiones sobre las
señales hacia la producción y el consumo, tales que se producen desacoples tan
severos sobre la oferta, la demanda y el ahorro que generan desabastecimientos
sostenidos y/o acumulación inútil de los bienes de consumo, de capital y del
ahorro. La hiperinflación en este caso se visualiza por el daño persistente que
produce sobre el tejido económico.
La Argentina como señalamos se encuentra en un período
inflacionario persistente y con riesgos de aceleración del fenómeno en los
últimos meses. Percibir los riesgos de que el país ingrese en una
hiperinflación requiere de una análisis a consciencia de las evidencias
fácticas, pero también se necesita comprender el fenómeno y sus consecuencias
habida cuenta del daño irreparable que producen estos fenómenos.
Los
cuatro encuadres teóricos reseñados respecto de las causas y desarrollo del
fenómeno inflacionario, tienen matices argumentales y descriptivos cuando a
ellas se suman otros elementos de análisis. Las expectativas de los actores
económicos, las previsiones respecto del futuro que los empresarios incorporan
en sus diseños de negocios, la dinámica
que adoptan los grupos de presión en materia de negociaciones y la curva de
aprendizaje social que los ciudadanos poseen sobre cómo actuar ante contextos
de subas generalizadas de precios son los elementos primordiales que matizan
dichas teorías. No obstante el argumento principal complementario que trasunta a
todas las teorías, es por encima de todo, el grado de confianza que los
ciudadanos poseen en tanto actores económicos respecto del nivel de cohesión
social con el cual esperan se desarrolle el futuro colectivo de la Sociedad.
En
este caso, el lector deberá preguntarse si existen evidencias suficientes para
considerar la situación actual de la Argentina en cuanto a hiperinflación se refiere. Como
se advertirá, tanto si inscribimos el análisis en los términos monetaristas de
inflación superior al 40% anual o estructuralista de desacoples severos de
oferta y demanda, nos percataremos que la Argentina al final de este 2013 se encuentra
acercándose peligrosamente a las puertas de lo que puede significar un proceso
hiperinflacionario. Cuan cerca o lejos de dicha circunstancia nos encontramos,
es difícil de calcular ya que la proyección de la medida exacta de este eventual
último tramo tiene que ver con aspectos propios de la valoración política y de la Sociedad: la confianza de
los ciudadanos en sus instituciones y sus gobiernos de cara a un futuro
colectivo y común.
La
confianza es un elemento de cohesión social indispensable, de largo desarrollo
y construcción. El país, la
Nación, los gobiernos, los ciudadanos estamos a tiempo de
recomponer la trayectoria de esta componente esencial para construir un futuro
común de paz y progreso.
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